sábado, 27 de noviembre de 2010

Historia de un guardia urbano, tetrapléjico por una piedra lanzada por un okupa


Esta historia la habréis podido leer en mi libro, en el capítulo 8. Es la historia de Juan José, guardia urbano que, en una manifestación okupa hace cuatro años, recibió una pedrada en la cabeza que le provocó un traumatismo craneoencefálico. Desde entonces, Juan José está tetrapléjico y no puede hablar ni razonar.

Su mujer, al conocernos vino a nosotros preguntándonos cómo podía adaptar su casa. Hablando de su situación sacó a colación que era cristiana y hablamos de la esperanza que se puede encontrar en el dolor. Ella me contó que uno de sus hijos -tienen cuatro- en un momento dado habló mal del okupa que lanzó la piedra. Entonces, la madre contaba: "En un momento de la conversación le interrumpí y le dije: 'no hace falta que hables mal de nadie; papá y mamá ya hemos perdonado a ese señor'...".

Pues bien, el 7 de noviembre pasado me alegró saber que Juan José pudo estar con el Papa, con motivo de la dedicación del templo de la Sagrada Familia, en Barcelona. Os dejo aquí la noticia que salió en La Vanguardia del 10 del mismo mes.

A misa en silla de ruedas

El agente y su familia estuvieron en la Sagrada Família, donde Benedicto XVI le tocó las manos
Los compañeros de la Guardia Urbana lo conocen como Johnny. Es el agente que en el 2006 recibió una pedrada de un okupa en la cabeza que le causó una lesión tan grave que todavía lo tiene atado a una silla de ruedas. Su agresor fue castigado a una condena tan leve que hace tiempo que está en la calle. Johnny estuvo en misa el domingo en la Sagrada Família, donde Benedicto XVI llegó a tocarle. Compañeros uniformados del cuerpo en el que estaba sirviendo cuando fue atacado a traición fueron los encargados de entrarlo en el templo. El agente estuvo acompañado de su familia, su mujer y sus cuatro hijos.

La historia de Johnny sigue muy presente dentro de la Guardia Urbana y especialmente en la unidad en la que servía la madrugada en la que fue brutalmente agredido en Ciutat Vella. Desde aquel momento, su familia ha permanecido en el terreno de la más absoluta discreción y siempre han querido estar al margen de la opinión pública a pesar de que el caso de Johnny estuvo durante muchos días de actualidad. El alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, y el jefe de la Guardia Urbana, Xavier Vilaró, desvelaron ayer en una charla informal con la prensa que el agente postrado en una silla de ruedas había estado en la Sagrada Família y que el Pontífice le había tocado.

El policía contó con un lugar en la basílica. Era su deseo y el de su familia, profundamente religiosa. Ya habían estado junto a Benedicto XVI en Valencia cuando se celebró en la capital del Turia el quinto Encuentro Mundial de las Familias en el 2006.

La posibilidad de volver a estar cerca del Pontífice, una vez que la familia de Johnny tuvo conocimiento de que Benedicto XVI iba a ir a Barcelona, le animó a pedir ayuda a la Guardia Urbana. Cuentan en el Ayuntamiento de Barcelona que un responsable del gobierno consistorial se puso en contacto con el arzobispado para buscaran la manera de que el policía local estuviera en el templo gaudiniano en tan señalado día para él y su familia. El Papa le dedicó unos instantes al saludarlo dándole la mano.
"El marco era maravilloso. Nos seguimos sintiendo muy orgullosos de él y muy cercanos", comentó un compañero de Johnny de servicio aquel día en los aledaños de la basílica.
El caso de este policía llamó la atención del Vaticano pues un colaborador muy cercano del Papa, que le acompañó durante el viaje a España, ya en Roma, llamó a la familia del guardia para saber si habían podido seguir bien la ceremonia. Esta noticia fue recibida con satisfacción por el Ayuntamiento de Barcelona. El alcalde Hereu explicó que la cercanía del Papa y su atención hacia el agente y sus familiares han sido muy beneficiosas para ellos dada su devoción cristiana.

El agente Johnny se encontraba de servicio en la calle Sant Pere més Baix de Ciutat Vella, a la que había acudido dentro de un dispositivo policial dispuesto para poner fin a una fiesta ilegal en un edificio de okupas en la que, además, se había superado el aforo.

Recibió una pedrada que, al instante, hizo que se desvaneciera. Desde entonces nunca ha vuelto a andar. Sus amigos no están seguros de que cuando se ven les reconozca. "Parece que reconoce el uniforme", dice uno de ellos.

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