jueves, 24 de marzo de 2011

Los dragones que encontré y he aprendido a eliminar (aunque sigo en ello...)


He pasado la mitad de mi vida enfermo de esclerosis múltiple. Me diagnosticaron la enfermedad cuando atravesaba uno de los mejores momentos de mi vida.

Sin haberlo pedido, vi mi vocación al Opus Dei un 11 de Enero de 1983. En aquel entonces jugaba a fútbol de defensa izquierdo. Tenía amigos y las notas me iban bien.

No imaginaba, ni por asomo, que pudiera terminar en una silla de ruedas y mucho menos, que Dios me diera la vocación al Opus Dei. Hoy sigo teniendo muchos amigos y cada día descubro grandes historias de grandes personas que han aprendido de su pasado y han comenzado nuevas vidas, también muy grandes.

Siguiendo en la línea de este tipo de acontecimientos, nunca imaginé tampoco que pudiera llegarse a hacer una película comercial como Encontrarás Dragones. Reconozco que al principio, se me atragantó la idea, pero conforme se acercaba el estreno de la película, mi interés crecía por momentos.

La pude ver el sábado pasado y me ha gustado mucho comprobar que mi condición de enfermo es ahora un trabajo y un medio para ganarme el Cielo.

Podría resumirlo en una palabra: “gracias”; gracias por todo el empeño y la dedicación que han puesto las personas que han realizado la película. Me ha parecido un trabajo espectacular y la recomiendo vivamente. No sólo porque fílmicamente me parece espectacular, sinó también proque es una historia llena de humanidad. ¡Ojalá todos sepamos encontrar los dragones de los que nos habla Roland Joffé y podamos, también, eliminarlos como alguno de los personajes de la película!

viernes, 18 de marzo de 2011

La historia de una cinta métrica...

Hace poco, Sergio me escribía un comentario que me gustó mucho, en el apartado "el libro". Me emocioné al leerlo y le escribí lo que sigue... Pienso que lo que cuento ahí puede ayudar, también, a muchos otros: saber apreciar la vida porque es muy corta y es un gran regalo.

Nunca en 21 años de enfermedad me había planteado con tanta frecuencia el sentido de mi vida.

Resulta que conforme avanza la enfermedad y compruebo cómo poco a poco me voy consumiendo, me doy cada vez más cuenta que estoy de paso.

El otro día un profesional del taxi adaptado, que utilizo cada semana, me dijo que también había leído el libro y que le había gustado, pero añadió, "que conste que yo no soy creyente, eh".

Entonces aproveché la ocasión para decirle que tengo mucho interés por saber qué sentido da a la enfermedad un profesional del taxi como él… después de unos segundos de silencio me dijo que no lo sabía.

Realmente fuera del sentido de la trascendencia he podido comprobar que no existe. Te digo esto como afectado, no como teólogo.

Esta fue mi respuesta: