martes, 30 de octubre de 2012

Era creyente, pero ahora he perdido la fe

Me encontré con un vídeo que me hizo pensar y decidí escribir esta entrada, titulándola del mismo modo como su protagonista -Carlos- resume su situación actual. Este es el vídeo y, a continuación, dejo mi respuesta, por si alguna vez me lees, Carlos.


Cuando hace 22 años me diagnosticaron esclerosis múltiple, después de haber sido educado en la fe católica, se me pasó por la cabeza el mismo dilema.

En mi caso la situación se agravó, cuando en poco tiempo vi mermadas mis facultades físicas, hasta el punto de tener que utilizar una silla de ruedas.

En aquel momento se me plantearon algunos interrogantes que también hicieron tambalear mi fe: ¿qué mal he hecho, Dios,  para que me envíes esta desgracia?, ¿por qué no eliges a un asesino, un delincuente, por ejemplo?...

Desde luego me planteé como tú dos posibilidades: enfrentarme a Dios y dejar de lado todas aquellas creencias que me habían inculcado mis padres, o bien jugármela todo a una carta. El dilema estaba planteado.

Por una parte dejar que el avance implacable de mi enfermedad, que era incurable, progresiva y degenerativa terminara conmigo, o bien buscar respuestas a todos los interrogantes que tú planteas en tu vídeo.

Ante esta tesitura preferí confiar en Dios y en estos 22 años de enfermedad he podido descubrir que el sentido del sufrimiento y el de la vida coinciden: el cielo.

En tu vídeo comentas:

  • “Algunos intentamos asumir que no hay Dios, pero es muy complicado”.
  • “Buscamos a Dios en las personas, o una persona que actúe de eso, pero las personas fallan”.
  • “Lo fácil es creer que hay un Dios, que te cura, que te protege y que le importas”
  • “Yo era creyente, un día dejé de hablarle y esperé que me dijera algo y no hubo respuesta”.

Te agradezco la sinceridad con la que has expuesto tus convicciones y te animo a que aproveches estos momentos de vacilación, para ahondar en el sentido del sufrimiento humano, seguro que te ayudará a redescubrir esa fe que tuviste.

Desde luego no deja de sorprender que un Dios nazca en una gruta, muera en una cruz y finalmente resucite.

Personalmente he podido descubrir en este misterio el sentido de mi vida.