jueves, 27 de febrero de 2014

El mejor amigo para mi esclerosis


En una ocasión recibí en mi propia casa a Matías, ya que le interesaba ver las adaptaciones que yo había realizado en mi casa.

Él cuando trabajaba, sufrió un accidente que le quemó el 65% del cuerpo y le obligó a una invalidez profesional.

El  día que vino a verme estaba acompañado de una asistente que le ayudaba en todo lo que pudiera necesitar. Cuando entró en mi casa con su silla de ruedas, y antes de que se quitaran los abrigos me dijo:
¿Qué tal estás Joaquín?”, a lo que respondí “gracias a Dios muy bien…”
Cuando oyó mi respuesta pareció que le cambiaba la cara y muy serio me dijo:
¿cómo voy a creer en un Dios que ha permitido que me suceda algo así?”;
rápidamente noté que el accidente que tuvo había hecho tambalear el sentido de su vida, ya que me dijo a continuación que antes sí que creía en Él.

Sin darme tiempo a responderle me comentó que desde aquel día había perdido a todos sus amigos y enseguida me dijo: “supongo que a ti también te habrá pasado algo parecido…”

Pues a mí no me ha pasado lo mismo, los he aumentado en cantidad y calidad, sobre todo me ha permitido profundizar en la amistad de mi mejor amigo, Dios, ya que mis padres y en el Colegio me transmitieron una fe, que ahora da sustento a mi nueva situación de enfermo.

Por ejemplo, he apuntado en una lista todas las molestias derivadas de mi dolencia y en otra a todos mis amigos. En los momentos difíciles las ofrezco por cada uno de mis amigos. Incluso te diré algo que quizás te sorprenda…

Esta mañana, sabiendo que ibas a venir, he aprovechado para ofrecer por ti la dura noche que he pasado. Sé que mi sueño ha sido el mismo que si no lo hubiera ofrecido, pero la forma de llevarlo me ha ayudado a estar más cerca de Dios y a rezar por ti, aunque aún no te conociera.

Todo este sucedido me ha venido a la cabeza, cuando leí unas palabras del Papa Francisco:
"Es importante tener amigos en quien poder confiar. Pero es esencial tener confianza en el Señor, que nunca falla".
En los casi 24 años de enfermedad he podido comprobar la importancia que tienen los amigos, especialmente –como decían mis padres– tu mejor amigo: Dios.