lunes, 15 de junio de 2015

¡Dongmei, no me lo puedo creer!

David Yan - Dongmei Song

En junio de 2014 mi amigo Jordi me dijo:
“después de la traducción al inglés del libro, ahora hay que traducir El invitado imprevisto al chino”. Para mis adentros pensé que esto era una locura, pero él sólo me añadió: “tú reza y ofrece las molestias de tu enfermedad por esta intención”.
Al poco tiempo Jordi dejó tres ejemplares del libro en inglés en el IESE. Los recogería Dongmei, la mujer china que es doctora por el IESE y que trabaja en el IESE de Shangai. Debía dárselos pronto ya que en breve volvía a su país.

Como no sé inglés, en seguida decidí que mi amigo Mathias, que vive en Alemania, me tradujera los e-mails de Dongmei. Además su mujer Betty es mexicana y seguro que de esta manera conseguiría traducir mejor todo lo que le quisiera decir.

Me parecía estar viendo visiones cuando Mathias me escribió:
Con mucho gusto te haremos la traducción al chino, de hecho Dongmei es una colega de Betty del IESE (también hizo su doctorado allí) y los dos fuimos sus padrinos de bautizo hace 5 años en la Iglesia Santa María Reina en Barcelona”.
En un correo Dongmei me dijo que buscaría un traductor que pudiera hacer el trabajo.

Pasó un tiempo y no volví a tener noticias suyas, hasta que un día hablando con mi amigo Pedro. se lo comenté y me dijo: “este nombre me suena, creo que mi mujer la conoce…”

Resultó que las dos eran colegas por el IESE y además eran amigas. Dongmei se ofreció a traducir personalmente el libro con su amiga.

Cuando llegó Dongmei con su familia, justo un año después de rezar a diario por esta intención, no acababa de creérmelo.

Fue una sorpresa cuando se presentó en mi casa con su marido David y sus hijas Ángela y Emma. Fue una visita muy agradable en la que me dijo que en dos meses se puede tener la traducción…, solo unos dos años después de que llegara a Hong Kong la traducción inglesa. ¡Qué alegrón!

En la visita me comentaron que su marido, David, se bautizará en julio y quedamos que rezaría por él y toda la familia.

Lo que no pueden imaginar ellos es el bien tan grande que me han hecho desde el día que les conocí, ya que redoblo todas mis oraciones y ofrezco las continuas molestias que aparecen de mi enfermedad por ellos.

Realmente, es algo que le pedía a diario al Señor, pero nunca acababa de imaginarme cómo se realizaría, y ellos lo harán posible.

Recurrí una vez más a la intercesión de José María Hernández de Garnica, Chiqui, como le llamaba afectuosamente el fundador del Opus Dei, a quien desde el principio había encomendado la difusión del libro.

Claramente las casualidades no existen. Por eso ahora estoy pidiendo a todas las personas que conozco, que me ayuden a rezar por los 1.300 millones de personas chinas, para que puedan descubrir a Dios a través del dolor.

Por temas de trabajo conocí a Juan José Salas, Johnny como le llamamos los amigos. Fue condecorado recientemente con la medalla de oro al mérito policial. Una agresión en una manifestación le produjo un traumatismo craneoencefálico que le ha dejado impedido de pies y manos y sin poder hablar.

Un día vino a mi casa con su mujer y aproveché la circunstancia para decirle: “Tú serás el máximo responsable de la traducción al chino de El invitado imprevisto”. Él asintió con dificultades, con la cabeza. Hablé de él hace un tiempo.

Viendo su cara de perplejidad le dije: “Qué pasa Johnny, ¡si son sólo 1.300 millones!”. Él, que es una persona de fe, que aparentemente no puede hacer nada, accedió a la propuesta de ser el máximo responsable; tampoco tuvo otra opción…